Reconocerse hermanos

Cuando "nos cuidamos unos a otros", nos alentamos y acompañamos mutuamente, nadie se cree superior a otro, y "solo le mira desde arriba para ayudarle a levantarse", el ideal de la fraternidad se hace experiencia luminosa. Y se propaga. (P.M.)

Afanarse por la paz

Frente al "terrorismo" verbal y escrito de la vida social y política (hablar mal de los demás, descalificar, destruir) está la "lucha" del corazón noble, que piensa siempre en el bien del otro, sabe callar, conversa cara a cara, con franqueza, serenamente. (P.M.)

Construir la paz entre las generaciones

¿Hay algo más hermoso que un abuelo escuchando las aventuras del nieto? ¿Un joven aprendiendo de la memoria de un mayor? ¿Unos padres apaciguando las impaciencias del hijo?  La Verdad es "siempre antigua y siempre nueva". Y es de todos. (P.M.)

Descubrir el bien en todos

Si ello parece pretensión de mentes ingenuas, es porque la fuerza que tienen el mal y el Maligno -"un ser vivo pervertidor"-  nos deslumbran, nos aturden y no nos dejan ver que el Creador llenó de bien al ser humano, solo de bien. (P.M.)

La paz depende también de mí

¿No somos todos -"cielos y tierra"- una Unidad en el gran designio del Creador? ¿Podrá, entonces, admirarnos que nuestras guerrillas y nuestras victorias más íntimas y más domésticas repercutan en la paz del mundo? ¡Alguien nos está grabando! (P.M.)

La mansedumbre está en la base de la paz

¿Verdad que todos llevamos dentro aquel niño -aquella niña- que cogía sus rabietas cuando las cosas se torcían? Ser mansos no es ser fríos e insensibles, sino dueños de nuestras iras y nuestros impulsos. De ese "trabajo" viene la paz. (P.M.)

Saber apreciar las diferencias

"Hombre y mujer nos creó". Dos rostros semejantes y diferentes para decir que Él es Amor, y nosotros "imagen y semejanza suya". Solo así abrazamos al mundo; no compitiendo ni comparándonos, sino apreciándonos y completándonos. (P.M.)

Rezar por la Paz

Que haya "paz en la tierra" es voluntad de Dios. ¿Tendremos que reprocharnos que "hasta ahora no se lo hayamos pedido" a Él con fe viva y perseverante? ¿No es en los corazones de Sus hijos donde nace la verdadera paz? (P.M.)

Vivir los unos por los otros

Es la ley de la vida. Como "clausurarse en los propios intereses" es, de algún modo, la ley de la muerte. Incluso cuando nuestros límites nos impiden hacer el bien que desearíamos, esa renuncia del amor es "aire puro" que los demás respiran. (P.M.)

La paz da alegría

Porque es seguramente -la alegría- el premio de una victoria sobre "enemigos"  silenciosos, escondidos: los celos, la envidia, el orgullo herido... Vencen las "armas de la luz" (la humildad, la paciencia, la bondad...) y es la dicha de los hijos de Dios. (P.M.)

La paz tiene raíz en el dolor amado

¡Cuánto dolor han convertido nuestras madres en amor! ¡Cuántas lágrimas en sonrisas! ¡Cuánta pena en alegría! Amar "en" el dolor es obra saludable de corazones valerosos; un poder transformador con que la Providencia nos ha dotado a todos. (P.M.)

Aceptar la diversidad

¿Por qué me alterará que el otro sea tan distinto de lo que yo soy y yo pienso? ¿Altera acaso a los padres que hijos de la misma sangre sean tan distintos? Conciliar y reconciliar nuestra diversidad es ser respetuosos con Quien nos creó. (P.M.)

Vivir la armonía familiar

Si reconocemos, agradecidos, que ahí, "en casa", hemos aprendido a vivir los unos por los otros y a participar juntos en alegrías y dolores, ¿no esperará este mundo de nosotros que "hagamos familia" en todas nuestras relaciones? (P.M.)

Construir la paz con los más cercanos

Ahí, en la "proximidad", nuestras diferencias son más sensibles y las pequeñas disensiones tal vez se agranden. Pero el otro -tan "próximo"- sigue siendo "tierra sagrada". Nunca terminaremos de conocerlo... ¿y de amarlo? (P.M.)

La relación con Dios nos da paz

Porque nos devuelve a "nuestro sitio". Es la ley de la gravedad: "Todo cuerpo, por su peso, tiende al lugar que le es propio". Fuera de ese "Lugar interior", el alma vive inquieta y desparramada, y fabrica dolor dentro y fuera de sí. (P.M.)

Dar espacio al pensamiento del otro

"Ceder un sitio" cuando viajamos puede sernos incómodo, pero es un gesto feliz. Nuestra mente "piensa lo que es recto" no cuando se encasilla en sus esquemas limitados, sino cuando se abre a la luz del amor fraterno. (P.M.)

Superar los obstáculos a la paz

Por ejemplo, la murmuración, las habladurías, ese "veneno mortal" que destruye muchas veces la familia, rompe las amistades, ensombrece la vida común... ¡Obra de infelices! Porque solo son "felices los que trabajan por la paz". (P.M.)

Perdonar y tener ojos nuevos

Los ojos lo dicen todo. Nuestra mirada acoge o aleja, juzga o perdona, limpia o contamina. Pero todo nace del corazón. Estrenar en él la misericordia cada día no es dejar de ver el mal sino vencerlo con el amor. (P.M.)

Intentar tenázmente construir la paz

¿Verdad que desalienta despertar cada mañana con la información de maldades e injusticias? ¿Tendrá remedio el ser humano? ¡Lo tiene! La fuerza de la resurrección: una fuerza de vida tozuda, invencible. Bastará acogerla en nuestro corazón. (P.M.)

Trabajar por la paz

Se trata de un verdadero trabajo. No es la pasividad del cómodo ni la flojera del perezoso, sino el esfuerzo constante de superar las divisiones, curar las heridas, vencer la tristeza, sembrar la esperanza. "La paz es artesanal". (P.M.)

Custodiar la paz dentro de nosotros mismos

Somos los centinelas insustituibles de nuestra "fortaleza" y nuestra paz interior. No siempre se verán fuera nuestras batallas íntimas y nuestras pequeñas victorias. Pero alguna vez se sabrá cuánto han repercutido ellas en la paz del mundo. (P.M.)

El obrador de paz da el primer paso

Ser pacificadores de verdad exige no perderse desconfiadamente en análisis sobre las intenciones y errores de los demás. Ser generativos, amar, adelantarse generosamente, es lo que hace el Corazón de una Madre. (P.M.)

Hacer que crezca el amor

Olvidamos con demasiada frecuencia que, nacidos de un Corazón Eterno, llevamos dentro para tanta sed de amor, no una botellita de circunstancias, sino un surtidor que no se agota mientras bebamos de "Aquella Fuente". (P.M.)

Tener paz ante todo con Dios

No se riega la planta por las hojas sino en su raíz. ¿Qué significan esos descontentos y esos malos humores que, a veces, nos inquietan hasta quitarnos la paz y negársela a los otros? ¿De quién es esa Voz que habla en la conciencia? (P.M.)

Primer paso de la paz: tenerla dentro de nosotros

¿Hay "trabajo" más saludable? Conocernos y comprendernos a nosotros mismos; perdonarnos y elevarnos. Así, el conflicto que nos llega de fuera, se sufre serenamente y se transforma; estamos "armados" para la paz. (P.M.)

Ser los primeros en construir la paz

Con valentía. Poniendo el amor y la "amistad social" donde intenta reinar el odio, sembrando paciencia donde brota la ira, humildad donde crece la soberbia, unidad donde asoma la división. Es voluntad de Dios. (P.M.)

La caridad exige humildad

Caridad, una palabra que el lenguaje ha desvirtuado. Mucho más que limosna, es el amor maduro, que va pasando de ser interesado a interesarse por los demás. Ello gracias al Espíritu que llevamos dentro y a la humilde "gimnasia" de cada día. (P.M.)

Poner de relieve lo positivo del otro

¿Será tan inevitable, cuando nos "cae mal" una persona, que todo en ella tengamos que verlo mal? ¿Ampliar la mirada y abrir los oídos a la verdad de los demás no es un "ejercicio de dilatación" indispensable para la paz social? (P.M.)

Testimoniar que la paz es posible

¿Cómo? Dentro de mí, no dejando que "me puedan" mis pasioncillas belicosas. Fuera de mí, uniéndome a quienes "no vencen al mal con el mal sino con el bien". "Los que trabajan por la paz serán llamados hijos de Dios". (P.M.)

Difundir la cultura de la acogida

Para que la contraposición y la polémica social no terminen envenenando de odio y tristeza nuestra convivencia, necesitamos defender y difundir convicciones claras de respeto y de  fraternidad: "La unidad debe prevalecer sobre el conflicto". (P.M.)