Ser embajadores del amor de Dios

Lo fueron nuestros padres, cuando lo dieron todo por nosotros; lo es la madre cuando, con dolor, da a luz una nueva criatura; lo seremos nosotros cuando somos capaces de sufrir por los demás y hacer que nazca en ellos lo mejor de sí mismos. (P.M.)

Renovar cada día nuestros buenos propósitos

¡Artistas, somos artistas! No convertir cada día de mi vida en una obra de arte es frustrar esa gracia. Cuando basta solo "darle luz" al cuadro con un amor nuevo; los colores distintos los pone la misma vida, y el Espíritu que inspira no se repite. (P.M.)

Testimoniar con mansedumbre el amor de Dios

Quien ha experimentado un poco el amor de Dios, habrá notado cómo su "corazón de piedra" se va convirtiendo en un "corazón de carne"; y verá más constructiva la mansedumbre del "Cordero" que la fiereza de los "lobos". (P.M.)

Ayudémonos a permanecer en la caridad

No son las paredes lo que sostiene nuestra casa, sino nuestras relaciones, el amor mutuo que las edifica cada día. Y, porque flojean naturalmente, la fe nos regala un "amor más grande" que las purifica, las eleva y las fortalece. (P.M.)

Amar tomando la iniciativa

Que ni la pereza ni el abatimiento nos conviertan en remolones y personas tristes. No somos luz para escondernos. Y la esplendidez del amor, que se adelanta siempre, es vida y esperanza que renacen, el Rostro de Dios que brilla. (P.M.)

Ser tolerantes con todos

No somos indiferentes a la falsedad, por eso nos duele. Pero los buenos combatientes de la Verdad no desprecian ni descalifican ni pierden el respeto a la persona. "Todo lo vence el amor". (P.M.)

No guardar resentimientos

Nuestras amarguras del pasado dejan de ser estériles cuando las transformamos en luz. Un alma amiga será entonces el mejor "desaguadero" para que "la vida se haga fuerte"; que es un privilegio"entenderse un alma con otra" (Sta. Teresa). (P.M.)

Crear vínculos de paz

Es como un Goliat este "hombre viejo" que amenaza siempre con la división. No. Lo nuestro es la unidad. Basta cargar bien, como David, el "zurrón" de nuestra vida interior y actuar "en nombre de Dios". Y entra -¡vaya si entra!- la paz. (P.M.)

El prójimo es siempre un don de Dios para mí

Lo podré ver o no; lo celebraré o lo sufriré, porque la Armonía a la que el Creador nos llama podrá no ser siempre un éxtasis beatífico sino una conquista fatigosa. Pero somos ineludibles, y solo así nos "realizaremos". Y Dios nos bendecirá. (P.M.)

Olvidar las ofensas recibidas

Hay un procedimiento que funciona: con repasar media docena de las que yo infligí a otros, me sentiré parte de una humilde legión de perdonados (de parte de Dios, seguro). No necesita rencor este mundo, sino ternura y corazones de madre. (P.M.)

Ser benévolos con todos

Si el Corazón de Dios me ama a mí "con amor eterno" y sus ojos son "agua limpia donde puedo verme", ¿no podré yo "ver" con esos ojos el Bien que se esconde en los demás? "Bene-volencia" es eso, querer el Bien. (P.M.)

Manifestar el amor que se vive entre nosotros

No unos contra otros, sino unos con otros, sirviéndonos mutuamente. Para así penetrar, como el arado, abriendo surcos y removiendo soberbias y divisiones. Parecerá pequeña nuestra semilla, pero es vigorosa porque viene del cielo. (P.M.)

Poner en marcha la reciprocidad

Es natural que el amor entre nosotros tenga sus momentos malos; tienta entonces el aislamiento y todo se vuelve oscuro. Toca recomenzar. Tal vez ni hagan falta las palabras; encender, sí, de nuevo con humildad el corazón para merecer la luz. (P.M.)

Amar sin prejuicios ni prevenciones

Que son el bloqueo del amor, contaminan la convivencia, el aire que respiramos. ¡Es la manía de ser jueces por adelantado! Mejor atender el aviso del cielo: que "el juicio será sin misericordia para quien no practicó la misericordia". (P.M.)

Acoger diligentemente a cada prójimo

Según quién sea (familiar, amigo, extraño...), ese prójimo suscitará en mí afectos bien distintos, pero que el respeto sagrado con que Dios me mira a mí sea siempre la luz de mi primera mirada, de mi atención cuidadosa y mi comportamiento. (P.M.)

Obsequiar a todos con la paz

"Paz y bien", saludan los amigos de Francisco de Asís. Es un regalo del corazón esa paz, trofeo de muchas batallitas intimas libradas; y no mengua nuestra fortuna al repartirla, más bien se nos multiplica en las manos como "pan del cielo". (P.M.)

Responder con el amor a las ofensas

Lo enseña la propia conciencia. Cuando hacemos el mal, ofendiendo a Dios, que es el Bien, y le miramos a Él, su Amor es la cara seria de la justicia y la sanación de la misericordia. ¿Habrá en este mundo arma más poderosa para vencer el mal? (P.M.)

Hacer experimentar la ternura de Dios

Si creemos que la perfección del amor entre nosotros es el reflejo del Artista que nos ha creado, ¡qué papelón le obligamos a hacer los creyentes no solo con nuestras contiendas, sino incluso con la frialdad y la rutina de nuestros afectos! (P.M.)

Mostrarnos cercanos a nuestro prójimo

Porque es posible vivir cerca sin "estar cercanos". El amor saber merecer con paciencia el permiso para entrar en el corazón del otro, y eso hace que nos acompañemos así, íntimamente. ¿Quién no tiene algo dentro que sanar?  (P.M.)

Reavivar el propósito de amar

No encendimos esa "llama" nosotros, pero sí nos corresponde mantenerla. Y, cómo el espíritu puede estar pronto, pero "la carne es débil", tendremos que ayudarnos mutuamente a vencer la apatía y la indiferencia. Son vecinas nuestras. (P.M.)

Ser pacientes ante las incomprensiones

La comprensión es un fruto del Espíritu: ¡bendito sea cuando nos llega! Pero también ser incomprendidos puede ayudarnos a ser verdaderos, que "el oro se prueba en el horno", y es por los frutos por lo que se nos conoce. (P.M.)

Mostrar la belleza de la fraternidad

El Creador es Padre; nosotros, sus hijos. Por ser "de noche", muchos no lo ven. Cuantos más bebamos de esta Fuente "que mana y corre" y nos hace hermanos, más claramente le diremos al mundo que es posible apagar la sed. (P.M.)

Dar preferencia, entre todos, a los más frágiles

Como hace una madre. Como hace Dios. La fragilidad y el dolor imantan el amor puro, despiertan la ternura y nos otorgan la "gracia de ser humanos". Como el descuido de los más débiles nos convierte en "crueles e inhumanos". (P.M.)

Amar sin hacer distingos

Para los padres, los hijos podrán ser buenos o malos, pero serán siempre sus hijos. Si el Padre del cielo "hace salir su sol sobre buenos y malos" es para que, concentrando nosotros sus rayos, su "Sol" derrita el mal, no nuestras batallas. (P.M.)

Eliminar en nosotros los juicios

Que el mal no pueda con nuestro "indoblegable" amor al Bien. Pero juzgar a las personas lo hace mejor Dios, que es misericordioso precisamente porque es Justo y nos conoce bien. Él sea mi luz si alguna vez tengo que juzgar. (P.M.)

Perfeccionar nuestro amor a Dios en el hermano

Ahí, en nuestro prójimo, el cercano y el lejano, es donde crece y se verifica nuestro amor: llevando la Luz, combatiendo la mentira; pero no con la maledicencia o el desprecio, sino con la Bondad Paciente de Dios. Él sí cambia las cosas. (P.M.)

Estar seguros del Amor del Padre

Una seguridad que no será fruto de raciocinios sesudos ni sensaciones extraordinarias, sino que vendrá de la mano de una fe sencilla vivida fielmente, con naturalidad. Maestros en ello son los niños en relación a sus padres. (P.M.)