lunes, 27 de junio de 2022

MARÍA INÉS "ALMA DE NIÑA Y DE PAYASO"

 


Este año, para celebrar el aniversario de María Inés, he escogido, con el permiso correspondiente, una parte del precioso texto que la Madre María Figueroa pronunció al final de aquella misa de despedida.

En familia, informalmente, solo entre nosotros, casi bromeando, como le gustaba a María Inés, me viene espontáneo recordar que la Iglesia empieza sus procesos para estudiar la santidad de sus hijos precisamente a partir de los cinco años de su partida (en nuestro caso, 2017-2022). Pero Don Ignacio, obispo de Huelva, no me lo dijo jocosamente, me lo dijo en serio: “Padre Manolo, no olvide que tiene usted una hermana santa; no lo dice el Papa, pero lo digo yo que soy obispo”.


“María Inés, tuviste un duro caminar, pero tu fe fue grande y la envoltura de un amor sencillo limó las asperezas de un ciego caminar. La inocencia en tu mirada te ayudó a descubrir la hermosura escondida del amor.

Siempre me llamó la atención que te atrajera tanto el Misterio de Jesús Abandonado y de su Madre Desolada, cuando los cascabeles de tu genio alegre se agitaban en tus manos queriendo repicar para los niños, para tus hermanas, para tu gente, para cuantos se acercaban a tu día a día … Pero, cuando he ido acompañando de cerca ese día a día, sí he podido comprobar tu frecuente abrazo con el abandono y la desolación.

Y ya del todo lo abrazaste sobre un hecho que amordazó tu vida tantos años. Con alma de niña y de payaso, con espíritu de atleta o débil pajarillo, fuiste sonrisa, aleteo y firmeza.

Gracias por esos giros con los que, a veces disfrazabas, tus difíciles saltos en el aire.

Gracias y perdón por aquel, que, llena de ilusión, ofreciste por mí y del que nunca me exigiste su precio…

Gracias por tu lucha en la olimpiada de la entrega fraterna, por tu obediencia fiel y tu cariño llevado hasta el final.

Gracias por enseñarnos que el camino del cielo se recorre en lo sencillo de las cosas, tras el velo de la nube pasajera o entre la oscuridad del no saber.

Sobre todo, gracias por tu alma de niña dispuesta siempre a dar, a callar tus pesares. No quejarte fue el lema, sonreír y escuchar. Disfrutar con lo pequeño y admirarte con todo fue siempre tu postura preferida, como esa corderilla que retoza tranquila entre las flores de su pradera conocida.
En esa pradera y en manos de Jesús has vivido siempre y María, tu Madre elegida, ha cuidado de ti cada día, en casa, en el colegio, en el claustro. Ha protegido tu infancia y ha acompañado tu entrega hasta el final.

Me dijiste que le pidiera para ti paz y serenidad, estoy segura de que te envolvió con ellas.

Dolor y paz ¡Todo ofrecido! Ganas de vivir, pero Él y su voluntad por encima de todo; esa fue siempre realmente tu paz.
Te encantaba aquel Salmo: “En cumplir tus mandatos está mi alegría más que en cualquier otro bien”. Ahora recogerás el premio de tu obediencia entregada, sin grandes preguntas ni grandes argumentos porque el corazón sencillo no se hace aquellas ni se plantea estas; sencillamente ama, aunque no entienda. ¡Son las paradojas de la fidelidad!

Muchos años hemos caminado juntas y tus ojillos siempre me han demostrado esa ingenua simplicidad de estar a mi lado y dejarme estar al tuyo. ¡Gracias por tu abrazo y tu cariño! Gracias por haber cogido la maleta, casi sin nada, pero cargada de ilusión, aunque bañada en lágrimas y haber compartido la misión a la que juntas nos envió el Señor desde Talavera a Huelva.

Sor María Eugenia, Sor Sacramento, Sor María Inés y Sor María, las cuatro magníficas nos decían por ser un poco Quijotes “a lo divino”.

Sor María Inés ¿ya no lloras? Te decía el Sr. Antonio en aquella furgoneta rumbo al sur. Y tú, como una niña grande contestabas: “es que estoy cogiendo fuerzas para seguir llorando…” ¡siempre haciéndonos reír, siempre intentando que todas a tu lado fuéramos felices! Corazón de payaso, corazón de ángel…
 
Aquí la Virgen nos esperaba, te esperaba y te envolvió con su cinta junto al mar. Todos sabemos los colores de estos años. ¿Han formado un arco iris? Sí, pero también sabemos eso de la luz que se rompe en siete haces; tiene que romperse… Y tú lo has hecho con el mismo cariño que si estuvieras repartiendo sonrisas; no tenían precio, eran pedacitos de tu alma.

Todos te han querido, niños, familias, amigos, hermanas…

¡Estabas muy “mal” acostumbrada y esta costumbre te ha acompañado hasta el final! Y también después, porque todos te recordaremos en multitud de detalles y anécdotas en tantos nombres que con tanta gracia entrañable supiste poner: la agüeli, la mamá del cole…, en esos dichos de tu abuela que sabías traer a colación, en esos cantos populares y religiosos, en tus chistes escenificados que pasarán a la posteridad como irrepetibles, en las fiestas, que desde que tuviste que irlas dejando ya no han sido las mismas, en tus catequesis de Primera Comunión o en tus clases de un Preescolar lleno de vida y de piruetas, en tus oraciones sencillas y en el compartir la vida, en tus vivas de la Salve Rociera que hacían vibrar la Iglesia y arrancaban aplausos de emoción…

Podría seguir, pero el cuaderno se me acabaría”.

Nota del “editor” para quienes no conocen los detalles:

Mª Inés vistió el hábito de agustina en el convento de Talavera de la Reina (Toledo) en 1970, pronunció sus primeros votos en 1972 y se consagró definitivamente el 11 de julio de 1977. Estudió en Madrid y se convirtió en la maestrilla que encantaba a los pequeñajos y pequeñajas talaveranos.
En septiembre de 1986 las cuatro monjas (María Inés, entre ellas) a que se refiere la Madre María, salieron de Talavera para reforzar la comunidad de Huelva y, por lógica (en Talavera, el colegio existe desde 1901), montar un colegio que, en los últimos años de Huelva, era solo un rinconcito de Infantiles-Preescolar.
La despedida de Talavera -se puede imaginar conociendo lo que se quieren las monjas- fue un espectáculo entrañable de abrazos y lágrimas. María Inés se llevaría la palma. A esa escena asistió el chofer de las monjas, el sr. Antonio, que condujo la furgoneta hasta Huelva.
En 1989 se abre en la ciudad de Huelva el Colegio de las Madres Agustinas. Y se agranda en 1992.  
En esos años, en uno de sus “bailes” y gimnasias festivas con la muchachada, María Inés se hizo daño en la columna. Mientras pudo, le quitó importancia. Pero a ese “hecho que amordazó su vida tantos años” se refiere el texto. A partir de ahí, penilla tras penilla, la salud quebrantada, niña entre los niños, sin dejar de sonreír y jugar y festejar, disfrutando de todo, María Inés se fue ganando el cielo, mientras, sin darse cuenta, nos estaba enseñando magistralmente a muchos, grandes y pequeños, el camino.
La conoció muy bien la Madre María: “Con alma de niña y de payaso, con espíritu de atleta o débil pajarillo, fuiste sonrisa, aleteo y firmeza”.