Dios es luz y en Él no hay tiniebla alguna (1Jn 1,5)
Por eso, acercándonos a Él, nos volvemos transparentes y sinceros, dispuestos a limpiar cualquier mentira escondida. Esta "Luz grande" es la que nos hace verdaderos. ¡Ojalá pueda yo decir como Él: "Yo he venido al mundo como luz"! (P.M.)
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