Orar por aquellos que son perseguidos a causa de su fe
A ese extremo llega la soberbia del hombre, a querer gobernar las conciencias, discriminar y odiar a los creyentes. Orar nosotros por ellos es como convertirnos en "donantes de sangre" y fortaleza. Injuriar a Dios es injuriarnos a todos. (P.M.)
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